SI FUERA POETA.
Si fuera poeta
viviría ebrio
con la nariz roja
y en una gran caja
apilaría más de cien sonetos
y en una gran caja
apilaría mis papeles completos.
UN POETA.
Un poeta:
especial engendro
entre el montón de vivientes
cuyo seso concibe en verso
cuya mano transmuta en música
siempre sobre motivos diversos
unos rojos otros verdes
pero magníficos siempre.
¡QUÉ TONTO ES EL POETA!
¡Qué tonto es el poeta!
¡Y sobre todo perezoso!
Si no fuese tonto y lerdo
todos vivirían felices:
el poeta se dedicaría en paz
a su sufrimiento literario
y construiría una casa amarilla
con un gran jardín adelante
y en las ramas de los árboles
cantarían muchas aves:
graves trombones emplumados
mirlas con sus cogotes de flauta
guacamayas turuletas graznarían
contentas
y pequeños cuervos muy rojos
echando la buena suerte.
Chorros de agua dispararían las fuentes
adentro, curiosos peces fluorescentes:
desde la tosca merluza
hasta el irritante payaso
desde la pringosa medusa
hasta el aplanado lenguado
desde el pólipo pelágico
hasta la anémona tentáculo
desde el pedúnculo solitario
hasta el engañoso pez sargazo.
El aire se renovaría
con el fragante olor de las hojas
comeríamos hasta el hartazgo
se trabajaría sin prisa
y se construirían escaleras
con formas desconocidas
maderas envueltas en terciopelo
suaves bajo la presión de los dedos
Pero...
¡Qué tonto es el poeta!
¡Y sobre todo perezoso!
En lugar de trabajar
escribe todo el día y sufre
y se la pasa quejandose
Por eso cuando muere le corroe la culpa
se le entierra entre pomposos discursos
y al día siguiente se le olvida
¡Qué tonto es el poeta!
¡Y sobre todo perezoso!
Si fuera poeta
viviría ebrio
con la nariz roja
y en una gran caja
apilaría más de cien sonetos
y en una gran caja
apilaría mis papeles completos.
UN POETA.
Un poeta:
especial engendro
entre el montón de vivientes
cuyo seso concibe en verso
cuya mano transmuta en música
siempre sobre motivos diversos
unos rojos otros verdes
pero magníficos siempre.
¡QUÉ TONTO ES EL POETA!
¡Qué tonto es el poeta!
¡Y sobre todo perezoso!
Si no fuese tonto y lerdo
todos vivirían felices:
el poeta se dedicaría en paz
a su sufrimiento literario
y construiría una casa amarilla
con un gran jardín adelante
y en las ramas de los árboles
cantarían muchas aves:
graves trombones emplumados
mirlas con sus cogotes de flauta
guacamayas turuletas graznarían
contentas
y pequeños cuervos muy rojos
echando la buena suerte.
Chorros de agua dispararían las fuentes
adentro, curiosos peces fluorescentes:
desde la tosca merluza
hasta el irritante payaso
desde la pringosa medusa
hasta el aplanado lenguado
desde el pólipo pelágico
hasta la anémona tentáculo
desde el pedúnculo solitario
hasta el engañoso pez sargazo.
El aire se renovaría
con el fragante olor de las hojas
comeríamos hasta el hartazgo
se trabajaría sin prisa
y se construirían escaleras
con formas desconocidas
maderas envueltas en terciopelo
suaves bajo la presión de los dedos
Pero...
¡Qué tonto es el poeta!
¡Y sobre todo perezoso!
En lugar de trabajar
escribe todo el día y sufre
y se la pasa quejandose
Por eso cuando muere le corroe la culpa
se le entierra entre pomposos discursos
y al día siguiente se le olvida
¡Qué tonto es el poeta!
¡Y sobre todo perezoso!
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